LA IMAGEN DE SAN ROQUE Y DOS CRISTOS REGRESAN A LA IGLESIA DE SAN LORENZO |
Las tallas, muy degradadas por humedades y xilófagos, han sido sometidas a un minucioso proceso de restauración, proyecto financiado por la Fundación Gutiérrez Manrique, que también ha costeado la recuperación de los cuatro retablos Diario de Burgos - 31/01/2014
Antonio de Cabezón estaría orgulloso de pasear hoy por las calles de su patria chica, por la plaza dedicada a su memoria y por la iglesia de San Lorenzo en la que luce espléndido el retablo de Santa Laura, costeado por la familia del músico en el siglo XVI y construido para albergar la reliquia que trajo el organista de Colonia tras su viaje por los Países Bajos y Alemania, acompañando a Felipe II.
Las tres tallas presentaban diferentes patologías, que afectaban tanto a los soportes como a las diferentes capas de policromía, producidas fundamentalmente por la humedad, que ha provocado movimientos en la madera que se trasladan a las capas superiores provocando roturas y degradación de los materiales, además de ser caldo de cultivo para la proliferación de hongos e insectos xilófagos, tal y como explica María, que añade que dos de las tallas presentaba también quemaduras. A todas esas ‘incidencias’ se ha enfrentado al abordar la restauración. Según explica, los principales tratamientos han atendido a la consolidación del soporte, con la aplicación de resina sintética para devolver la dureza y propiedades mecánicas a la madera. Igualmente, se ha realizado una desinsectación y desinfección con productos que aúnan la función curativa con la preventiva. Tras efectuar una primera limpieza de polvo y depósitos, se acometió el sentado de policromías, que consiste en la fijación de las mismas inyectando colas animales con calor y presión para devolver la cohesión de las distintas capas entre sí y de éstas al soporte. Tras estos trabajos y una vez garantizada la estabilidad de los materiales, Francés acometió la limpieza en profundidad, tanto mecánica como química para culminar el proceso. En el caso del Cristo gótico, que presentaba cuatro capas diferentes de policromía de épocas distintas, Francés decidió conservarlas y eso a pesar de que una de las capas era de mayor calidad que la superficial; sin embargo, al no quedar acreditada su continuidad en la totalidad de la imagen ni tampoco se correspondía con la policromía original, optó por conservar todas esas capas añadidas, «que son también fuente de su historia material», explica. A este aspecto como al de las reintegraciones hay que enfrentarse cuando se acometen estos trabajos. La doctrina actual no recomienda restituir partes perdidas porque se pueden producir «falsos históricos». Sin embargo, María sí decidió rehacer las orejas del perro de San Roque y las puntas de los pies del Cristo barroco «porque su falta perturbaba la imagen global de ambas imágenes, realizándose lo que se llama una reintegración parcial que respeta el principio de discernibilidad», aclara. |
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